eldiario.es. 09/05/13
Xabier Aierdi
.La crisis económica a veces usada como causa y otras como excusa, se ha
convertido en un terreno abonado para intensificar discursos y
actualizar prejuicios contra la población inmigrante extranjera, para lo
cual suelen ser muy funcionales sucesos como el ocurrido
desgraciadamente en Getxo el fin de semana pasado. Es importante reparar
en este tipo de precipitantes que suelen obstaculizar notablemente la
convivencia, ya de por sí difícil cuando hay una disputa más o menos
explícita, más o menos soterrada, por los recursos disponibles entre
personas precarizadas y objetivamente vulnerables, dispongan la
nacionalidad que dispongan.
Este suceso ha coincidido en el tiempo con la puesta en marcha en
Getxo, y en otros municipios, de una campaña en contra de los
estereotipos y rumores que pululan contra la inmigración y que, en tanto
estereotipos, no tienen la voluntad de ser probados ni contrastados con
hechos de realidad. Suele ser frecuente recurrir al suministro de datos
objetivos y objetivables que contradigan tales visiones, pensado que su
mera propalación contrarrestará sin otros aditivos suplementarios
aquellas percepciones de los hechos, normalmente erradas y que carecen
de base. Pero es necesario recordar que se sitúan a diferentes niveles:
la racionalidad de los datos rara vez supone un freno para la
emocionalidad de los estereotipos. En caso de que lo fuera, la
subsanación de muchos problemas sociales sería de una sencillez pasmosa.
Acertar en los argumentos, mecanismos de socialización, formas de
llegar a públicos diversos, y, sobre todo, a los que más sostienen este
tipo de prejuicios, es una tarea ardua, que requiere de suerte, tacto,
inteligencia y conocimiento. Sea cual sea el resultado de esta campaña,
esperemos que positivo, su necesidad es indiscutible, consiste en
establecer un cortafuegos necesario.
Hay cuestiones sociales que tienen muy difícil aceptación social. La
inmigración es una de estas realidades que se caracteriza por un doble
efecto social contrario: es necesaria, pero no gusta. Como dicen algunos
analistas: “needed, but not welcomed”. Es esta paradoja de “necesidad
inaceptada” la que pretende abordar la estrategia de los Antirumores,
que si bien comenzó en el Ayuntamiento de Barcelona y ha alcanzado en
poco más de tres años una dimensión de potencial politica comunitaria
para toda Europa, ha llegado también a Euskadi, donde se están llevando a
cabo diversos intentos con metodologías diferentes pero con un mismo
fin: anular los contextos de impunidad. Es verdad que no es lineal la
dinámica que comenzando en las actitudes contra la inmigración y en los
discursos que las alimentan desemboquen en comportamientos reprobables y
discriminatorios. Es igualmente verdad que en el momento del
comportamiento se disparan mecanismos más o menos automáticos de
autocontención, y por ello rara vez pasamos de las palabras a los
hechos.
Se trata de que a través de la preparación de personas que
voluntariamente quieran adherirse al proyecto de intentar contrarrestar
los rumores, agentes antirumores, sea más gruesa y sólida esa línea
invisible que separa socialmente lo decible de lo indecible y lo
permisible de lo que no lo es. Algo de esto se ha conseguido conjuntando
impulsos sociales, institucionales y políticos en el ámbito de la
violencia de género, impidiendo contextos de autorización que eran mucho
más frecuentes hace años y que hacían recaer la responsabilidad última
en la mujer agredida. Hoy por hoy se hace impensable volver a esos
parámetros, que llegado el caso no terminaban de sancionar los
comportamientos agresivos.
La responsabilidad de tejer una estructura que dificulte la
proliferación descontrolada de rumores, prejuicios y estereotipos sin
ninguna base no puede recaer solamente en activistas sociales
voluntarios. Corresponde también a las distintas administraciones y a
otro tipo de actores sociales contribuir con su cuota de
responsabilidad. No es de recibo que los medios de comunicación permitan
que se dé rienda suelta en los distintos apartados de opinión digital a
todo tipo de improperios. Corresponde a la administración arbitrar
medidas institucionales en esta labor sensibilizadora y garantizar que
las campañas funcionen más por sirimiri o aspersión que por inundación.
Corresponde a los políticos no realimentar con ambigüedades discursivas
este tipo de dinámicas que socavan la conviencia y la cohesión sociales.
Es una labor de todos, porque es una labor intrínsecamente buena.
Muchos casos en la historia nos enseñan que más vale prevenir que
lamentar y que construir ciudadanía requiere energía social e
institucional. Sucesos como los de Getxo, desgraciadamente se repetirán,
cometidos por personas autóctonas o por inmigrantes, pero lo que no es
de recibo es que esté autorizado decir cualquier cosa, de cualquier
forma, en cualquier contexto para terminar convirtiendo vecinos en
extraños. Eso pretenden los agentes antirumores y así se pretende romper
el círculo vicioso de la impunidad. Ver noticia
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