23/11/2016
Miguel Sanchez Ostiz
El neologismo lo emplea Zygmunt Bauman en su reciente ensayo Extraños llamando a la puerta,
en el que analiza la imparable estampida migratoria y sus repercusiones
en un mundo, el nuestro, que se resiste a admitirla como tal, pero que
emplea contra ella toda la violencia de Estado de la que es capaz.
Respuestas policiales a fenómenos naturales: ni es la primera vez en la
historia que se produce esa estampida ni va a ser la última. No es una
crisis, es un sustancial cambio cultural y político a muy corto plazo.
Los migrantes y refugiados vienen para quedarse, y eso no es nuevo, por
mucho que la propaganda oficial los muestre, ahora precisamente, como un
peligro para nuestra seguridad, al tiempo que silencia los aspectos
económicos de la misma, beneficiosos para los especuladores porque
significan mano de obra barata y precarización generalizada.
Según Bauman, los gobernantes alientan “una sensación generalizada de
inseguridad existencial” para, a cambio, ofrecer soluciones fuertes,
tanto en el aspecto policial como en el jurídico, incurriendo en actos
que sin duda serían rechazados en otras circunstancias no intoxicadas
por el miedo. La crisis migratoria solo es un pretexto, un miedo azuzado
que utilizan para afianzarse en el poder y recoger ese voto, dice
Bauman. Migración, extranjeros a la deriva y fieles de otras religiones
encima, y terrorismo, juntos o por separado, son el blanco predilecto y
el más fácil, por la nula capacidad de respuesta real de aquellos que
son criminalizados a priori. Lo que viene luego no es de incumbencia del
gobernante que utiliza la escritura de la historia para imponer esta.... continuar leyendo
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